viernes, 16 de enero de 2009

¿Soledad o mala compañía?



He estado analizando esta situación que se nos presentan a todos los seres humanos alguna vez en la vida. Escoger entre estar solos o mal acompañados.

Analicemos punto por punto está situación. Primero pongamos un ejemplo de la vida cotidiana: tienes tres meses que terminaste una relación de dos años y has tenido que aprender a vivir solo otra vez. Después de que experimentaras las mieles de sentirte amado, de que tu vida tuviera sentido y de que el sexo fuera más que eso. Ahora no sabes para donde ir, te encuentras como perdido y después de la larga lucha de (negar) llegar a la conclusión de que ya no quieres a tu pareja, entonces sientes como que tu vida no tiene rumbo fijo alguno.

Vas por ahí intentando llenar ese vacío que dejó alguien más. Repentinamente descubres que alguien gusta de ti. ¡Qué bien! Dices como frase de orgullo por el logro alcanzado y pasa la pregunta por tu mente de: darle largas a la persona, aún estando seguro de que más allá de un levante, no significa nada para ti, o esperar a que llegue algo mejor pero seguir estando solo. ¿Soledad o mala compañía?

Bien, resulta que decides que no aguantas más esta situación, te montas en el triciclo del amor y que pase lo que tenga que pasar, al fin y al cabo, no debe ser tan malo, dices para ti.

Bueno, resulta que al cabo de dos meses te das cuenta de las siguientes cosas:

-El tipo es un degenerado, celópata que te ha hecho la vida imposible y que te ha dejado peor de cómo inicialmente llegaste a la relación: inseguro, con baja autoestima y con una sensación de insatisfacción tan insípida que literalmente llega a tu lengua.

O dos:

-Que fuiste con la disposición a enamorarte, pero al acercarte al tipo, se pusieron en evidencia todos y cada uno de sus defectos, causando una clase de sensación en ti parecida a cuando comes muchos dulces, literalmente, estás hastiado.

Resulta que en los dos casos, terminas más perdido que nunca y preguntándote por qué carrizo lo hiciste en un principio, si sabías muy bien que todo iba a resultar de mala manera.

Pero aquí salta tu excuso-metro y dices:

-pero lo que pasó fue que: estaba solo y no tenía opción

O: -la culpa es de la otra persona, que iba a saber yo que iba a resultar de esta manera. Solo soy una víctima inocente de las circunstancias.

-jamás volveré a amar en esta vida.

O la tres, que es peor que la segunda:
-con esto me di cuenta que realmente (amo) a “fulanito de tal” y que jamás le podré olvidar.

Sin caer en cuenta que lo que estás haciendo es más de lo mismo. Caer en una trampa auto-tendida a través del engaño a uno mismo.

Resulta que un principio pensaste que todo iba a salir de las mil maravillas. Idealizaste a la persona, como sueles hacer con tus enamorados, pero está vez, no era a la persona en sí, sino la situación que se iba a dar con ella. Es decir, quisiste pensar que él o ella iban a ser la solución de tus problemas.

Después de un tiempo no muy largo, caes de cuenta en la realidad y como sería demasiado duro culparte por lo sucedido y hacerte responsable, pues entonces te excusas:

-estaba demasiado solo, no pueden culparme.

-fui engañado por una persona vil y manipuladora.

-la culpa es de la vaca.

Y no caes en cuenta que la responsabilidad inicial era tuya. No estoy hablando de que tengas la culpa total. A veces si podemos ser engañados, no digo que no, pero creo que el peor engaño es el que se hace uno mismo, porque puede que nunca termines de salir de él.

Puedes durar toda una vida engañándote y pensando que solo tienes mala suerte o que solamente uno se enamora una vez y que los demás son solo para olvidar. Lo que no es totalmente cierto. O te cierras a todas las posibilidades porque: nadie te volverá a engañar o herir otra vez.

Lo que es una promesa algo exagerada de algo que irónicamente empezamos nosotros mismos y que no nos tomamos el suficiente tiempo para meditar si nos convenía o no, porque la desesperación de tener a alguien que le diera sentido a nuestras vidas era demasiado grande.

Lo que da al punto de lo que quiero llegar. Resulta que si nos ponemos a pensar y finalmente aceptamos nuestra cuota de responsabilidad inicial, nos damos cuenta de la burrada que estamos haciendo. Le estamos dando la responsabilidad del rumbo de nuestra vida a otra persona.

Y es que analicémoslo, si necesitamos de alguien para sentirnos bien todo el tiempo, sin poder dejarlo del todo y con la sensación de: sin ti no puedo vivir. Se parecería mucho a la sensación que dejan muchas drogas… la adicción. Pero en este caso no le podríamos dar ese nombre, porque no es una droga lo que estamos consumiendo. Es una persona, por lo tanto, no sería una adicción, sino una obsesión.

Las dos con efectos de dependencia cabe destacar.

Emocional en caso de la segunda. Necesitamos de esa persona para literalmente funcionar bien. Y como la droga que parece aliviarnos por un momento de nuestros problemas emocionales. La persona en cuestión nos alivia momentáneamente de nuestros problemas de autoestima y dependencia.

Pues sí, tan graves es el caso. Resulta que como a muchos, tras analizar y dejar de excusarte, te has dado cuenta que tienes un problema.

Ahora bien, si estuviéramos hablando de drogas, la mejor solución sería la abstinencia. No consumir el fármaco, químico o lo que sea que nos haga adictos.

Para el segundo caso, esa no sería la solución, porque a lo mejor te ha pasado que después de años de no verlo, todavía sigues pensando en él o quizás ya no, pero sientes la imperiosa necesidad de estar con alguien que le dé un sentido a tu vida otra vez.

Resulta que la responsabilidad de tu bienestar es completamente tuya. Sí, acéptalo, aunque las novelas y/o películas digan todo lo contrario.

Luego, deja de idealizar eso o a esa persona. Porque aquí entra de nuevo el engaño a uno mismo. Le atribuyes toda tu felicidad a eso, sin darte cuenta de que si terminó fue por algo. O que si te sentiste feliz, no fue por la persona, sino porque tu vida tenía algo que no tenías antes: algo a lo que dedicarte o un vacío llenado.

Te sentiste satisfecho. Pero piensa, eso no es lo único por llenar. Si bien no te voy negar que necesitamos sentirnos amados, no necesitamos de una persona para ser felices, cual salvador. Solo necesitamos ser responsables con nosotros mismos, seguir a nuestro corazón, a nuestra mente y a nuestros impulsos y no decirse mentiras.

Porque… caigamos en cuenta de que sí podemos controlar nuestro nivel de bienestar o malestar. ¡Aceptémoslo!

No hay comentarios: